miércoles, 1 de enero de 2014

"A una velocidad incalculable, definida solo por la convención de los segundos y su acumulación en minutos, horas, días, semanas, meses, años, siglos, milenios, el tiempo se nos va yendo mientras llega. Como agua que corre y sigue de largo, para detenerse, quizá, en algún mar desconocido. Somos ese movimiento que no sabe de dónde viene y a dónde va, presente con la fugacidad del instante; sin embargo, construimos pequeños, microscópicos hitos de sentido, telas de arañas suspendidas en un viento histórico y sideral. El silencio y la nada en torno, la palabra rasgando el vacío, los rituales generando voces que reverberan en el espacio infinito. Somos todo y nada, celebramos los ciclos de un acontecer que nos supera, jugamos como niños volviendo la vista, cerrando los ojos a lo que no entendemos. Y así, cada doce meses, en Occidente, bajo el calendario Gregoriano, celebramos el año que llega, a las 12:00 am del mismo instante en ese momento se va. Nada cambia en realidad, sólo el guarismo, la nomenclatura, el nombre convenido para ese nuevo tiempo que llega tan impertérrito como todo tiempo anterior, tan impertérrito como sigue de largo. Y en el medio de la fiesta absurda, sin embargo, hay una fracción de momento en el que la reflexión, el pensamiento, la emoción, el sentimiento se apoderan de nosotros y como en un acto de magia todo parece detenerse y en la posibilidad del gesto de un abrazo, imaginamos que somos eternos.", Javier Edwards

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margarita surnaite