jueves, 13 de octubre de 2011

¿La Revancha Secreta de Gaia?

“La realidad verdadera de la que nadie se atreve a hablar es que nadie está en control, absolutamente nadie. Las cosas están gobernadas por las ecuaciones de la dinámica y el caos. Pueden haber entidades buscando control, pero buscar control es un enorme agravante en contra de ti mismo. Es como intentar controlar un sueño”.

—Terence McKenna, “Dreaming Awake at the End of Time”

Debe de trazarse un paralelo muy claro aquí con el ecosistema, que es por supuesto la fuente de la mayoría, si no es que de todas las sustancias psicoactivas. Si los árboles y las plantas de la tierra son una suerte de red neural del planeta (un escenario hábilmente ilustrado en la serie de comics Swamp Thing de Alan Moore), el diezmo de los bosques tropicales y otras formas de daño ambiental no solo estarían afectando nuestro suministro de oxígeno. Estaría rápidamente reduciendo la capacidad de la biósfera de la Tierra de funcionar según la intención original, como un sistema informático a través del cual el planeta (como el cuerpo humano) puede tomar conciencia de sí mismo: en dos palabras, conciencia planetaria. Irónicamente, puede ser que en parte es debido a este cortocircuito en el sistema que existe tanta atracción hacia una “solución psicodélica”. La ironía, si esta es una descripción precisa, es que la destrucción de la ecósfera no es solo un síntoma sino una causa de nuestra acrecentada desconexión de la Naturaleza y de nuestros cuerpos. Al buscar experimentar nuestra naturaleza primal/cósmica vía los enteógenos que la Tierra (y la ciencia moderna) provee, la solución imaginada puede solo estar haciendo más complejo el problema. Sería la revancha secreta de Gaia, porque si el (ab)uso de enteógenos está diezmando nuestras “biósferas” individuales e impidiendo que tengamos acceso a todas nuestras facultades, esto se estaría reflejando exactamente en las mismas formas en las que nuestra desconexión con el medio ambiente ha afectado la biósfera de la Tierra.

Aunque esto es un punto de vista potencialmente controvertido dentro la comunidad de los enteógenos y la percepción alterna, existe evidencia para sustentarlo. Por un lado tenemos un blockbuster como Avatar, que aboga por el activismo ambiental y la expansión mental psicodélica, al mismo tiempo que alimenta a la industria militar y de entretenimiento que lentamente destruye el planeta y mantiene a la mente colectiva en estupor con contenido chatarra como Avatar. ¡Hasta el momento la única explicación a esta contradicción es que la película es prueba del despertar planetario! Sin embargo, las incontables contradicciones dentro de la cinta —por no mencionar su porquería— desmienten esa “explicación”. Si una película hecha por el complejo militar y de entretenimiento conocido como Hollywood parece envilecer las fuerzas militares de ala derecha retratándolas como anti-ambientalistas y glorifica los psicodélicos y el regreso a los valores y a las raíces tribales, puedes estar seguro de que las personas detrás de la película tienen sus razones para así hacerlo. Por otro lado no necesitamos ir más lejos que a las dos fuerzas líderes de la revolución psicodélica —Carlos Castaneda y Terence Mckenna— para entrever el lado oscuro de la experiencia enteógena. Mckenna se murió de un tumor en el cerebro a los 53 años y Castaneda se murió de cáncer en el hígado a los 72. El cerebro y el hígado son los dos órganos que más obvia e innegablemente se ven afectados por las sustancias psicoactivas. La muerte de estos voceros visionarios ensombrece sus mensajes [2] y ha servido para contrarrestar, al menos hasta cierto punto, su influencia en lo que concierne al mensaje positivo de los enteógenos. Castaneda cita a Don Juan Matus en uno de sus últimos libros, admitiendo que las plantas de poder “hacen un daño incalculable al cuerpo”, explicando que solo fueron necesarias debido a la extrema “estupidez” de Castaneda. Un tercer cuerpo de evidencia (probablemente el más persuasivo) en cuanto a los dudosos beneficios del uso de enteógenos serían los incontables voceros y exponentes que sostienen haber sido transformados por las plantas de poder, cuya retórica y comportamiento delata una distintiva falta de balance, coherencia o sobriedad. (Sería hasta cruel mencionar nombres a estas alturas)[3].

Será argumentado sin duda que, usados de forma apropiada (chamánicamente), los enteógenos, como la ayahuasca, la ibogaina y la psilocibina pueden servir para sanar, ¿así que cómo se puede decir que dañan el cuerpo? La respuesta está en lo que conlleva el uso “apropiado” o chamánico, así como en lo que entendemos como “sanación”. El campo electromagnético o “aura” alrededor del cuerpo humano, que se corresponde grosso modo con las redes neurales que he estado describiendo, es donde se originan todas enfermedades físicas, así que es ahí donde la sanación chamánica presumiblemente ocurre —si es que en realidad ocurre. Tal “sanación del alma”, cuando efectiva, compensaría por mucho el daño hecho al cuerpo por los enteógenos, ya que al sellar las fracturas o depurar los bloqueos en el cuerpo energético (la psique total), el cuerpo se regeneraría con el tiempo. Generalmente esto sí requiere de un chamán —un sanador energético experimentado— administrando los enteógenos y en algunos casos tomándolos en lugar del paciente. Realizar una cirugía energética sobre nuestra propia psique sería obviamente una tarea de alto riesgo, por no decir una locura. En el mejor de los casos es probable que usemos la experiencia de elevación en la conciencia inducida por los enteógenos para evitar las áreas del bloqueo —o para abrirnos paso a través de ellas sin la preparación necesaria— en vez de sanar e integrarlas. Esto puede que no resulte en una enfermedad física (al menos no en ese momento) pero seguramente llevará a inflar el ego, por un lado, y a la disociación y a la fragmentación (una esquizofrenia moderada) por el otro. Quizás lo más común es que lleve a una combinación de ambos.

La idea de que los psicodélicos son sustancias de “muerte concentrada” —una forma de veneno holístico— no contradice la idea de que pueden ser usadas para sanar, porque este hecho es común a todos los remedios homeopáticos. La dosis es la clave: incluso una pequeña parte más de lo adecuado y una medicina se convierte en veneno. Con los enteógenos esto se relaciona no tanto con la cantidad sino con la frecuencia de uso, al igual que, e incluso aún más importante, a las circunstancias en las que están siendo usados. Para dar mi propio ejemplo: en alrededor de unos 20 años experimentando (sin contar los siete años que evité completamente los enteógenos, si no cuentas el porro ocasional), probablemente he tenido cerca de 100 poderosas experiencias alucinógenas (algunas de las cuales fueron inducidas por la marihuana). Estimaría, conservadoramente hablando, que menos de dos docenas fueron “necesarias” (apropiadas) y que quizás aún menos fueron verdaderamente chamánicas y por lo tanto sanadoras y transformadoras para mi ser. Esto significaría que alrededor de entre el 70% y el 95% de mis experiencias enteógenas fueron injustificadas y deletéreas para mi salud física y mental. En total, me gusta pensar que se equilibra, que ese 10 a 25% de experiencias chamánicas fue suficientemente transformador para compensar los daños que le hice a mi sistema nervioso por sobre-indulgir. De cualquier forma, si esto es verdad, todavía tengo que reconocer la posibilidad de que estaría casi exactamente en el mismo lugar en el que estoy hoy si hubiera evitado las experiencias enteógenas completamente. También es posible que hubiera salido considerablemente mejor librado.

La ineludible comprensión para mí ha sido que estaba usando psicodélicos no simplemente para expandir mi conciencia, sino para escapar los confines de una conciencia contraída. ¿Cuál es la diferencia?, te podrás preguntar. Tal vez ninguna, salvo que esta última es una descripción honesta mientras que la primera no lo es. En otras palabras: si hubiera estado contento con los parámetros de mi conciencia limitada, no hubiera tenido tanto entusiasmo por experimentar con estados elevados de conciencia. La llamada “expansión de conciencia” se convierte meramente recreativa una vez que hemos adquirido cierto nivel de conciencia, un nivel en el que tenemos más que suficiente para integrar sin revolver aún más elementos de nuestro inconsciente. E integrar conlleva poner los pies en la tierra de regreso para ver qué está pasando en nuestra atención mundana, algo que no sucede si seguimos apuntando a estados siempre más elevados de conciencia y a experiencias siempre más expansivas de la mente, vía enteógenos. ¿Cuánto aumenta expandir nuestra conciencia nuestra capacidad de funcionar cotidianamente en el mundo y relacionarnos con otras personas en un nivel ordinario? ¿Y cuánto solamente estamos aumentando nuestra habilidad de hablar horas de temas abstractos y volar a reinos imaginarios/imaginales, trayendo de regreso brillantes baratijas (canciones, poemas, pinturas, libros) para mostrar cuán “evolucionada” está nuestra conciencia para el mundo? Seamos honestos.

La segunda parte de este artículo será publicada la semana próxima.

* Aelous Kephas es uno de los más reconocidos autores del alterocultismo y la metanarrativa contemporánea. Entre sus obras publicadas destacan: Matrix Warrior: Being the One, The Lucid View: Investigations Into Occultism, Ufology and Paranoid Awareness y Homo Serpiens: A Secret History of DNA from Eden to Armageddon. En Pijama Surf publicó la serie de literatura chamánica, neuronas espejo e individuación Escritores del Cielo en Hades.

Blog del autor: aeoluskephas.blogspot.com

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