Errabundo en abismos oscuros
los objetos se bañan en púrpura retiniana,
antro platónico donde busco la llama;
a la vuelta del recodo el fuego
y su atracción de miedo:
andar que abrasa ojos indiscretos.
Inextricables grutas en que palpo piedra,
piedra estática de tiempo
en la que el universo se congela;
la arista raja la carne,
de la herida cae la sangre
y forma estalagmitas de miedo.
Y qué vacía está la cueva sin aire.
Contemporizo con mi chancla rota
en mi acera de ensueño
sintiendo el acero en el gaznate;
33 días de sala por hurgarse nariz
sintiendo pústula en la lengua,
arrastrar codos desollados por arcilla vil,
fusil en ristre, muerte preparatoria
en bactérica incubación.
Adiós a mi chancla rota (o nueva),
adiós a mi acera de ensueño:
siempre distante,
adiós, en fin, a la vida enlatada.
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