miércoles, 8 de diciembre de 2010

FRAGMENTO VII, SI UNA NOCHE DE INVIERNO UN VIAJERO

¿Cómo eres, Lectora? Ya es hora de que este libro en segunda persona se dirija no sólo a un genérico tú masculino, acaso hermano y sosias de un yo hipócrita, sino directamente a ti que has entrado en el Secundo Capítulo como Tercera Persona necesaria para que la novela sea una novela, para que entre esa Segunda Persona masculina y la Tercera femenina algo ocurra, tome forma, se asiente o se estropee siguiendo las fases de las vicisitudes humanas. O sea: siguiendo los modelos mentales a través de los cuales vivimos las vicisitudes humanas. O sea: siguiendo los modelos mentales a través de los cuales atribuimos a las vicisitudes humanas los significados que permiten vivirlas.

Este libro ha estado atento hasta ahora a dejar abierta para el lector que lee la posibilidad de identificarse con el Lector que es leído: por eso no se le ha dado un nombre que lo hubiera equiparado automáticamente a una Tercera Persona, a un personaje (mientras que a ti, en cuanto Tercera Persona, ha sido necesario atribuirle un nombre, Ludmilla ) y se le ha mantenido en la abstracta condición de los pronombres, disponibles para todo atributo y toda acción. Veamos si de ti, Lectora, el libro consigue trazar un auténtico retrato, partiendo del marco para cercarte por todos los lados y establecer los contornos de tu lisura.

Apareciste por vez. primera ante el Lector en una librería, tomaste forma apartándote de una pared de estanterías, como si la cantidad de los libros hiciera necesaria la presencia de una Lectora. Tu casa, al ser el lugar donde lees, puede decirnos cuál es el lugar que los libros tienen en tu vida, si son una defensa que tú interpones para mantener alejado al mundo de fuera, un sueño en el que te hundes como en una droga, o bien si son puentes que lanzas hacia el exterior hacia el mundo que te interesa tanto que quieres multiplicar y dilatar sus dimensiones a través de los libros.

Para entender esto. el Lector sabe que lo primero que hay que hacer es visitar la cocina.

La cocina es la parte de la casa que más cosas de ti puede decir: si guisas o no (se diría que si, si no todos los días, con bastante regularidad ), si para ti sola o también para otros (a menudo para ti sola pero esmeradamente como si lo hicieras también para otros: y a veces también para otros pero con desenvoltura como si lo hicieras para ti sola), si tiendes a lo mínimo indispensable o a la gastronomía (tus compras y utensilios hacen pensar en recetas elaboradas y caprichosas, al menos en intención; nadie dice que seas glotona, pero la idea de cenar dos huevos al plato podría llenarte de tristeza), si estar ante el fogón representa para ti una penosa necesidad o un placer (la minúscula cocina está equipada y dispuesta de forma que le puedes mover de manera práctica y sin demasiado esfuerzo, tratando de no entretenerte demasiado pero también de no estar aquí a regañadientes). Los electrodomésticos están en su sitio de útiles animales cuyos méritos no pueden ser olvidados, aunque sin tributarles un culto especial. Entre los utensilios se nota cierto esteticismo (una panoplia de medias cuñas de tamaño decreciente, cuando bastaría una), pero en general los objetos decorativos son también objetos útiles, con pocas concesiones a lo gracioso.

Son las provisiones las que pueden decirnos algo de ti: un surtido de hierbas aromáticas, algunas de uso corriente, claro, otras que parecen estar allí para completar una colección; lo mismo puede decirse de las mostazas: pero sobre todo las ristras de ajos colgadas al alcance de la mano indican una relación con los alimentos nada distraída y genérica.

Un vistazo a la nevera puede permitirnos recoger otros datos valiosos: en las bandejas portahuevos ha quedado un solo huevo; limones hay sólo medio, y medio seco: en resumen, se nota cierto descuido en los abastecimientos esenciales, En compensación hay crema de castañas, aceitunas negras, un vasito de salsifí o escorzonera: está claro que al hacer la compra te dejas atraer por los géneros que ves expuestos, en vez de tener en la cabeza lo que falla en casa.

Observando tu cocina se puede pues deducir una imagen de ti como mujer extravertida y lúcida, sensual y metódica, que pone el sentido práctico al servicio de la fantasía.

¿Alguien podría enamorarse de ti sólo con ver tu cocina?

Quién sabe: acaso el Lector, que va estaba favorablemente predispuesto.

Está continuando su exploración de la casa cuyas llaves l has dado, el Lector. Hay una gran cantidad de cosas que acumulas en torno a ti: abanicos, postales, frasquitos, collares colgados de las paredes. Pero cada objeto visto de cerca resulta especial, en cierto modo inesperado. Tu relación con los objetos es confidencial y selectiva: sólo las cosas que sientes como tuyas se vuelven tuyas: es una relación con la corporeidad de las cosas, no con una idea intelectual o afectiva que sustituya al acto de verlas y tocarlas. Y una vez conquistados para tu persona, marcados por tu posesión, los objetos ya no tienen pinta de estar allí por casualidad, asumen un significado como partes de un discurso, como una memoria hecha de señales y emblemas.

¿Eres posesiva? Quizá no haya aún elementos suficientes para decirlo: por ahora se puede decir que eres posesiva contigo misma, que te apegas a las señales en las que identificas algo de ti, temiendo perderte con ellas.

En una esquina de una pared hay gran cantidad de fotografías enmarcadas, colgadas muy juntas. Fotografías, de quién? Tuyas a distintas edades, y de otras muchas personas, hombres y mujeres, también fotos muy viejas como sacadas de un álbum de familia, pero todas juntas más que tener la función de recordar a determinadas personas parecen constituir un montaje de la estratificación de la existencia. Los marcos son distintos unos de otros, formas del XIX modernista, de plata, cobre, esmalte, concha, piel, madera tallada: podrían responder a la intención de valorizar aquellos fragmentos de vida vivida pero podría ser también una colección de marcos y que las fotos estuvieran allí sólo para llenarlos, pues lo cierto es que algunos marcos están ocupados por figuras recortadas de periódicos, uno encuadra una hoja de una vieja carta ilegible, otro está vacío.

En el resto de la pared no cuelga nada ni se apoya ningún mueble. Así es un poco toda la casa: paredes aquí desnudas y allá recargadas, como por una necesidad de concentrar los signos en una especie de apretada escritura y a su alrededor el vacío donde hallar reposo y respiro.

Tampoco la disposición de los muebles y objetos es nuncasimétrica. El orden que tratas de obtener (el espacio del que dispones es reducido, pero se nota cierto estudio para aprovecharlo de modo que parezca más amplio) no es la superposición de un esquema sino un acuerdo entre las cosas que hay.

En resumen, ¿eres ordenada o desordenada? A las preguntas perentorias tu casa no responde con un sí o con un no.

Tienes una idea del orden, si, e incluso exigente, pero a la que no corresponde en la práctica una aplicación metódica. Se ve que tu interés por la casa es intermitente, sigue las dificultades de los días y los altibajos de los humores. ¿Eres depresiva o eufórica? la casa parece haber aprovechado con cordura tus momentos de euforia para prepararse a acogerte en tus momentos de depresión.

Eres hospitalaria de veras o bien este dejar entrar en tu casa a tus conocidos es señal de indiferencia. El Lector está buscando un sitio cómodo para sentarse a leer sin invadir los espacios claramente reservados para ti ( la idea que se está haciendo es que el huésped puede encontrarse muy bien en tu casa con tal de saber adaptarse a tus reglas).

¿Qué más? Las macetas con plantas parece que no han sido regadas desde hace vanos días: pero quizá las has elegido adrede entre las que no necesitan muchos cuidados.

Por lo demás en estas habitaciones no hay rastro de perros o gatos o pájaros: eres una mujer que tiende a no multiplicar las obligaciones: y esto puede ser tanto señal de egoísmo como de concentración en otras y menos extrínsecas razones y también señal de que no necesitas sustitutos simbólicos de los impulsos naturales que le llevan a ocuparte de los demás, a participar en sus historias, en la vida, en los libros...

Veamos los libros. Lo primero que se nota. al menos al mirar los que tienes más a la vista, es que la función de los libros para ti es la de la lectura inmediata, no la de instrumentos de estudio o de consulta ni la de elementos de una biblioteca dispuesta con arreglo a un orden. A lo mejor alguna vez has intentado dar una apariencia de orden a tus estanterías, pero toda tentativa de clasificación ha sido rápidamente trastornada por aportaciones heterogéneas. Laprincipal razón de que estén juntos los volúmenes, apartede la dimensión por más altos y más bajos, sigue siendo la cronológica, el haber llegado aquí uno tras otro; en cualquier caso, tú sabes siempre orientarte, dado que no son muchísimos (debes de haber dejado otras estanterías en otras casas, en otras fases de tu existencia), y que quizá no te ocurre a menudo tener que buscar un libro que ya hayas leído.

En suma, no pareces ser una Lectora Que Relea. Recuerdas muy bien todo lo que has leído (ésta es una de las primeras cosas que hiciste saber de ti); acaso cada libro se identifica para ti con la lectura que de él hiciste en determinado momento, de una vez para siempre. Y como los custodias en la memoria, así te gusta conservar los libros en cuanto objetos, mantenerlos cerca de ti.

Entre tus libros, en este conjunto que no forma una biblioteca, se puede distinguir empero una parte muerta y durmiente, o sea el depósito de los volúmenes descartados, leídos y raramente releídos o bien que no has leído ni leerás pero que de todos modos conservas (y limpias), y una parte viva. o sea los libros que estás leyendo o tienes intención de leer o de los que no te has apartado aún o que te gusta manejar, encontrártelos alrededor. A diferencia de las provisiones de la cocina, aquí es la parte viva, de consumo inmediato, la que dice más sobre ti. Bastantes volúmenes están diseminados por todas partes, algunos abiertos, otros con registros improvisados o esquinas de páginas dobladas.

Se ve que tienes la costumbre de leer varios libros al tiempo que eliges lecturas distintas para las distintas horas del día, para los diversos rincones de tu reducida morada: hay libros destinados a la mesilla de noche, los que encuentran su lugar junto a la butaca, en la cocina, en el cuarto de baño.

Podría ser un rasgo importante que se agrega a tu retrato: tu mente tiene paredes internas que permiten separar tiempos distintos donde detenerse o correr, concentrarse alternativa- mente en cauces paralelos. ¿Bastará esto para decir que quisieras vivir varias vidas simultáneamente? ¿O que electivamente las vives? ¿Es decir, que separas lo que vives con una persona o en un ambiente de lo que vives con otras y en otros lugares? ¿Quizá en cada experiencia das por supuesta una insatisfacción que sólo se compensa en la suma de todas las insatisfacciones?

Lector, aguza el oído. Es una sospecha que se te insinúa, para alimentar tu ansia de celos o que aún no se acepta como tal. Ludmilla, lectora de varios libros a la vez para no dejarse sorprender por la desilusión que puede reservarle cada historia, tiende también a llevar adelante juntas otras historias...

¡No creas que el libro te pierde de vista. Lector, el tu que había pasado a la Lectora puede de una frase a otra volver a apuntar hacia ti. Sigues siendo uno de los tú posibles. ,¿Quien osaría condenarte a la perdida del tú, catástrofe no menos terrible que la perdida del yo?. Para que un discurso en segunda persona se convierta en novela se necesitan al menos dos tú distintos y concomitantes, de la multitud de los el, de los ella, de los ellos.

Y, sin embarco, la visión de los libros de casa de Ludmilla te resulta tranquilizadora. La lectura es soledad. Ludmilla se te aparece protegida por las valvas del libro abierto corno una ostra en su concha. La sombra de otro hombre, probable, incluso segura, queda, si no borrada, relegada al margen. Se lee solo también cuando se es pareja. Pero entonces ¿qué estás buscando, aquí? ¿Quisieras penetrar en su concha insinuándote en las páginas de los libros que está leyendo? ¿O bien la relación entre Lector y Lectora sigue siendo la de dos conchas separadas, que se pueden comunicar sólo a través de parciales cotejos de dos experiencias exclusivas?

Tienes contigo el libro que estabas leyendo en el café y que te sientes impaciente por continuar, para podérselo pasar después a ella, para comunicar de nuevo con ella a través del cauce excavado por las palabras ajenas, que justamente en momento que pronunciadas por una voz extraña, por la voz de ese silencioso nadie hecho de tinta y de espacios tipográficos, pueden convertirse en vuestras, un lenguaje, un código entre vosotros, un medio para intercambiaros señales y reconoceros.

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margarita surnaite