Los gatos son el único animal de la tierra que lleva siglos viviendo con el hombre sin renunciar a su libertad; ni siquiera los hombres entre sí han sido capaces de tanto. Su misterio resulta para muchos inquietante. Hay personas que directamente los rechazan, huyen de ellos como de la peste, quizá porque al verlos terminan por reconocer algo de sí mismos. Efectivamente están hechos para ser amados y admirados. Sus sueños desvelan la embriaguez de lo divino, son elegantes, altaneros, dignos, poseen la sabiduría de la noche y el silencio, se mueven con un sigilo que fascina, abren sus fauces sin amenazar, ensalzan la pereza con su espíritu y salen en cuanto se oculta el sol para observar la magia del mundo. No somos sus amos, nos consienten vivir a su lado. Tienen un carácter marcadísimo: los hay simpáticos, ariscos, cariñosos, inquietos, vitales, somnolientos, severos, glotones, austeros, avariciosos, egoístas, generosos, distantes, cercanos, sociables, tímidos, extrovertidos, ávidos, introvertidos, temerosos, seductores, valientes… nos miran sin abrir la boca, nos enseñan donde está la paz y se ríen de los hombres.
Algunos aseguran que son la especie más importante de la creación.
Flamanante libertad
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