domingo, 19 de septiembre de 2010

dialogos, del "el lado oscuro del corazon"

Llorar a lágrima viva, llorar a chorros, llorar la digestión, llorar el sueño, llorar ante las puertas y los puertos, llorar de amabilidad y de amarismo. Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos en lágrimas, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos y salvarnos a nado de nuestro llanto. Asistir a los cursos de Antropología llorando, festejar los cumpleaños familiares llorando, atravesar el África llorando. Llorar como un cacuy, como un cocodrilo, si es verdad que los cacuys y los cocodrilos no dejan nunca de llorar. Llorarlo todo, pero llorarlo bien; llorarlo con la nariz, con las rodillas, llorarlo por el ombligo, por la boca. Llorar de amor, de astío, de alegría; llorar de flato, de flacura; improvisando, de memoria; llorar todo el insomnio y todo el día”.

“¿Y quién se atreve a decir que mi corazón es una locura? ¿Y quién se atreve a decir que mi corazón no es una locura?”

“Es muy difícil, el amor. Cómo amar sin poseer. Cómo dejar que te quieran sin que te falte el aire. Amar es un pretexto para adueñarse del otro, para volverlo tu esclavo, para transformar su vida en tu vida, cómo amar sin pedir nada a cambio, sin necesitar nada a cambio”.
“Casi siempre el error que cometemos es pensar sólo en lo que nos pasa a nosotros. Nos parece tan importante eso que sentimos, que nada de lo del otro puede ser tan importante como eso que sentimos. Y esa contradicción suele ser trágica. Es el error más común que cometemos todos: querer que el otro sea como queremos que sea y no como es y cuando nos damos cuenta del error a veces es demasiado tarde”.

“Tengo una soledad tan concurrida, tan llena de nostalgias y de rostros de voz, de adioses hace tiempo y besos bienvenidos, de primera de cambio y de último vagón. Tengo una soledad tan concurrida que puedo organizarla como una procesión; por colores, tamaños y promesas; por época, por tacto y por sabor. Sin un temblor de más me abrazo a tus ausencias, que asisten y me asisten con mi rostro de voz. Estoy lleno de sombras, de noches y deseos; de risas y alguna maldición. Mis huéspedes concurren, concurren como sueños, con sus rencores nuevos, su falta de candor. Yo les pongo una escoba tras la puerta, porque quiero estar solo con mi rostro de voz. Pero el rostro de voz mira a otra parte, con sus ojos de amor que ya no aman, como víveres que buscan a su hambre, miran y miran y apagan mi jornada. Las paredes se van, llega la noche, las nostalgias. No queda nada. Ya mi rostro de voz cierra los ojos. Y es una soledad tan desolada…

-No me acuerdo de vos. Tengo tan mala memoria. ¿Quién eras? El marinero de Toronto Star, el de La Habana Maru, el astronauta enamorado de Benedetti, …No me acuerdo.

-Es importante hacerlo. Quiero que me relates tu último optimismo. Yo te ofrezco mi última confianza.

-La esperanza tan dulce, tan pulida, tan triste, la promesa tan leve no me sirve. Aunque sea un trueque mínimo, debemos cotejarnos. No me sirve tan mansa la esperanza, la rabia tan sumisa, tan débil, tan humilde. El furor tan prudente no me sirve. No me sirve tan sabia, tanta rabia.

-Estás sola, estoy solo; por algo somos prójimos. La soledad también puede ser una llama.

-No me quieras, por favor, no me quieras, no me quieras, no me quieras…

-Después de conocer una mujer etérea, puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre. ¿Que diferencia hay entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a 78 cm del suelo? Ya no me es posible concebir, ni tan siquiera imaginar que pueda hacerse el amor, mas que volando. Te quiero.

-Yo también. Pero puedo quererte sin tenerte. Hemos volado juntos. ¿Qué más hace falta?

-Ana me partió el corazón, pero al herirlo lo creó. Nunca lo entenderías. Mi pobre Ana, mi querida Ana…Nunca hubiera podido pagarte lo que hiciste en mí. Iluminaste el lado oscuro de mi corazón. ¿Por qué decidiste permanecer pobre, dejándome a mí tan rico?.
Te propongo construir un nuevo canal, sin esclusas ni excusas; que comunique tu mirada Atlántica con mi natural Pacífico.

-Te quiero aclarar de entrada, soy capaz de perdonar muchas cosas. Pero hay una en la que soy irreductible: no le perdono a un hombre, bajo ningún pretexto, que no sepa volar. Si no sabe volar, pierde el tiempo conmigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario


margarita surnaite