

El día fue tan bizarro como maligno, asi todo inicio con el transcurso de un viaje, donde las horas podian transcurrír tan calidas como friolentas, en compañía de dos seres agradables, nos dispusimos a llegar lo mas pronto posible, con rapidez nuestros trenes de dos llantas, se aproximaban al lugar, invadiendonos una energia tenue de satisfaccion. entramos con vehemencia al lugar, y nos filtramos entre la multitud apelmazada, impetuosos correteamos por todo el recinto, disfrutando la adrenalina que nos causaba dicho escape furtivo.
tras los pasos y su continuidad llegamos a los lugares deseados, la euforia de objetos sin gravedad se extendio en fragmentos de minunos, donde lograbamos llegar a la cumbre, a veces en rotativas ondas de un ciclón, y en ocasiones en una lenta rueda giratoria, finalizando con un choque desaforado de cuadritos que se deslizaban por el suelo, advertimos asi la exaltación que nos producian dichos juegos, obedeciendo al dichoso poderío de nuestros sentidos y la genuina viveza de nuestras emociones, en fusión, la armonía parecía transportarse a través de nuestros movimientos que taimadamente se unían a los arboles e insectos flotantes, cuando ya decidimos marchar una portentosa lluvia se asomo, de manera estruendosa interrumpiendo nuestra partida, dasi el carrito flotante se detubo, creando la espera, de nuestros seres afanados, el obstaculo de nuestra salida rápida hacia la rutina, pero ella desde la distancia nos aclamaba, llamandonos a gritos, que debíamos volver, el hastió y las fustas de hielo nos esperaban... y mientras tanto solo podiamos esperar.
Ya eran las 4 menos 20 y no lográbamos aterrizar en la pista, debíamos esperar el tiempo que determinara la lluvia, preocupados por la hora, no hallaba traquilizante para mi mente
finalmente el carrito flotante reanudo su viaje, no subimos allí, mientras las gotas del cielo chispeaban en el metal, expectante no me atrevía articular mis pensamientos, solo triviales diálogos surgían de nuestros labios. Aterrizamos y corrimos afanosamente en busca de los trencitos, debíamos huir antes de que la noche funesta nos atrapara, así fue, y bajo la sombra del asfalto corrimos sin parar hasta que la tenue oscuridad se fue apoderando de las nubes y la escases de lentes en los ojos, consterno el futuro camino; un agujero agrietado de un tamaño aproximado de 60 centímetros causo el estallido de la llanta trasera, y una rápida oscilación del trencito, creo un aterrizaje inoportuna, causalmente no perdimos el control total del trencito, paramos al menos en aquel lugar desolado, la angustia aumento al ver la muerte de la llanta trasera, el pánico se asomo en nuestros rostros, el desespero irreprimible, causo el libertinaje de palabras sin sentido, no sentíamos atrapados, oscurecidos por la angustia surgió de improviso una lucecilla de esperanza, la manifestación de unas manos que se agitaban en ese árido terreno, no alentó, fuimos hacia las manos, un hostal abandonado en la mitad de una carretera desértica, nos brindo su fraternidad, unidos… la luz se fue encendiendo, no todo, se había perdido, separaron la llanta del trencito y en busca de un arreglo marcharon, dos horas de ansiedad terminaron con la llegada de ellos, pero termino para comenzar de nuevo, unos pinchazos recibió el trencito ayudante, teniendo que partir de nuevo, 1. 30 duro la zozobra, e infinitas gotas resurgían del cielo oscuro, hasta que logramos divisarlos en la oscuridad de la avenida, la felicidad fue inmediatista, pero sin mayor importancia subimos precipitadamente en los trenes desmadejados, y desaparecimos en las vías traseras hasta que un nuevo agujero nos sorprendió abruptamente, cayendo la razón en el asfalto, los cuerpos flotaban en un segundo eterno, cayendo en el asfalto cortante, mientras el aire gélido nos aplastaba sin ternura, y asi el dolor que constantemente manifestaba mi ser onírico, quedo equitativamente equilibrado con el dolor carnal, el sufrimiento se hizo tangible de manera inesperada, el accidente fortuito disloco las posiciones de mi cuerpo, explayada en el asfalto me absorbía con angustia, y la sangre se deslizaba tenuemente por mi rodilla, y por mis manos, los nervios vehementes invadían todo mi cuerpo, y el glaciar aire no cesaba, enjaulada en el espacio de una moto trencito, de un callejón sin salida, y la salida que no tenia camino a mi vista, no tenia las gafas que me permitieran salir de ese hoy negro y agrietado, me hallaba desesperada, y gracias a los colores del universo, resurgí mágicamente en el trencito y llegue a la estación que debía haber llegado a la 6 pero que solo pude llegar a las 9:30.
:SNo...
ResponderEliminar)0 o)
ResponderEliminarO_o jajajajaja los trencitos son peligrosos
ResponderEliminar0) SIII
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